CAPITULO XX
DE LO QUEL DUQUE DE NÁ]ARA PROVEYÓ
Siendo el duque que los bastimentos se dañarían por la ciudad de la tierra, mandó luego que viniesen para el real Reynoso, veedor de Melilla, y don Francisco de Mendoça, obispo de Oviedo, y el Chançiller Gordo. criado de Su Magestad, y el fiscal de la Chancillería de Granada, y don Alonso de Rebolledo y mosén Marradas, valençiano. y miçer Mai, del Consejo de Aragón, y Quitería de Burgos, ramera vieja que por sus méritos es ya mesonera. Y luego, como estas personas fueron llegadas a el real, el duque de Nájara les dixo: - «Parientes, señores y amigos, ya beys JI] necesidad que en esta gcerra :ay, y mnbién sabéis qué dixo Anás: por el bien del pueblo muriese uno; assí que Vuestras Merçedes avrán y ternán por bien de servir de sacos y [ls que no fueren tan anchos sean costales y tendréis trigo y arroz y otras semillas y agricolturas en vosotros y no las daréis a nayde sin que veáys mis. mandamlntos».
Y como este duque fuese proveído, mandó a don Luys Manríque, su hermano, que tuviese cargo de llamar a Luys Caraço, secretario de Su Magestad y al comen dador de Piedrabuena, y a La Trullera y a Caronçillo, tañedor de vigüela, para que truxesen mucho azeite y miel y jirapliega y malvas para los enfermos quando lo fuesen rnenester, y que estos cavalleros ynbiados por cuanto parecían tasajos de buey flaco sirviesen de crísteles para hechar a los que enfermasen, y que el dicho don Luys Manrique devía parecer y pareció paphigo de chamelote o pellejo de moro muerto.