Yo vide en la plaza de México un indio con hierros a los pies, que lo tenían por esclavo, el cual tenía tres o cuatro vigüelas muy buenas y grandes, y señaladamente los lazos dellas eran muy polidos y muy delicados y eran tan artificiosamente hechos que me paré a mirallos, y también los hierros que tenía el tenido por esclavo. Estaba un español junto a él, y ete era su amo, y preguntéle si habían traido aquellas vigüelas de Castilla entonces y comencé a loar los lazos; respondióme que el artifice dellas era el que las tenía en la mano. Dije: “Y los lazos?” Respondióme: “Y también los lazos.” Quedé admirado y no lo podía creer si mucho no me lo certificara.